Eumir Deudato y el heritage orchestra una versión moderna de "Asi hablaba Zaratustra" de Strauss

Consideraciones sobre el fin del mundo - parte 1

>> sábado, 11 de abril de 2009

El fin del mundo ocurrirá el 23 de diciembre del 2012.

Eso es lo que nos dicen las mayas a través de su calendario. Nadie sabe cómo es que llegaron a esa fecha. Casi no hay nadie que no la haya escuchado alguna vez. Ronronea en el trasfondo de nuestra mente. Nos crea una expectativa.

La expectativa apocalíptica, dicen los expertos, siempre ha acompañado al ser humano. Quizá sea un recuerdo genético de las seis extinciones masivas del pasado. Quizá sea, como las adicciones, una modalidad mental de escape de la realidad. Quizá, también, es algo real, algo que siempre está al acecho. La vida es frágil. Te puedes morir en cualquier momento. Un asalto, un ataque cardiaco, una caja fuerte que te cae sobre la cabeza desde un décimo piso, un rayo, un temblor. Si eso le puede pasar a un individuo, porqué no pensar en accidentes catastróficos que acaben con la humanidad completa. Porque nos hemos de salvar colectivamente si individualmente no tenemos escapatoria.

Billy Graham, en un discurso ante el TED de 1998 señalaba que ya el rey David bíblico, después de haber vivido durante su vida la revolución tecnológica del hierro, señalaba que seguía habiendo tres problemas que los israelitas de su tiempo no habían podido resolver: la maldad humana, el sufrimiento y la muerte.

Nada ha cambiado. Los mismos problemas siguen presentes. Una combinación de varios factores (no todo el mérito es de la medicina) está prolongado la vida humana por cinco horas cada día que transcurre. Los niños de hoy, quizá puedan rebasar los doscientos años o más de vida. Pero incluso entonces difícilmente podrán escapar la muerte. En cuanto a lo demás ¿será posible algún día encontrar el gen de la maldad y extirparlo biotecnológicamente? ¿Será posible crear una forma de vida que erradique el sufrimiento?

Muchos de los más optimistas piensan que el resultado del fin del mundo del 2012 será una nueva forma de vida en la que estos tres problemas queden resueltos. Para ello han vislumbrado toda una serie de escenarios que se parecen más a la ciencia ficción que a una evolución lógica de la realidad humana.

El 2012 ha invitado muchas reflexiones. Es inevitable. Nunca antes el apocalipsis tenía una fecha calendarizada. ¿Qué sucederá ese día? La única respuesta es que nadie lo sabe. Pero eso sí, todos creen saberlo. Los escenarios compiten entre sí ya no solo desde el ámbito profético tradicional, sino desde todos los ámbitos de la vida humana misma. Políticos, científicos, filósofos, literatos y hasta el taxista que el otro día me trasladó a mi destino compiten por saber y conocer la verdad. Saber la verdad sobre el 2012 se ha convertido en una nueva competencia entre nuestros egos con patas.

Las probabilidades acumuladas desde todos los escenarios se calcula en un 60% a favor de la extinción. El mal actuar de los seres humanos se impone y aventaja el optimismo. Al Gore cambió su campaña presidencial por una para conquistar el Premio Nobel. Los medios de comunicación saturan sus espacios con alarmantes notas la semana previa y posterior al Día Internacional de la Tierra. Incluso Cinemex ya le entró al juego y nos transmite una semana de documentales al respecto. Estamos irremediablemente perdidos entre esa abrumadora maraña de escenarios y, como siempre que nos sentimos así ante una sobreoferta, optamos por jugar al avestruz, nos ensordecemos ante tanta negatividad y optamos por no hacer nada. La muerte, en esta ocasión la colectiva, está acelerando sus pasos.

La gran pregunta que nos hacemos todos es la misma que se hizo el rey David de antaño. ¿Será posible que podamos hacer algo para sobreponernos a lo inevitable?

Cuando comencé mi recorrido de enfrentarme a toda esta problemática mi respuesta obvia era que no. Que jamás íbamos a poder vencer y recuperar el futuro. Mi pesimismo incluso me decía que la maldad humana es tan grande quizá sería lo mejor para la Tierra y la vida misma que desapareciéramos de una vez por todas. En aquel entonces mis ojos, como los de muchos otros, estaban puestos sobre los carneros alfa de los rebaños. Contemplando a esos majestuosos e imponentes animales no veía ninguna escapatoria. Y si no hubiera sido capaz de cambiar mi ángulo de visión, probablemente hoy sería aun más pesimista que antaño.

Hoy, algunos años más tarde, soy un optimista. En todas partes veo a mucha gente que está buscando y encontrando soluciones que pueden rescatar a la humanidad. La clave en todos ellos es que ya no están depositando sus esperanzas en los carneros alfa sino en el actuar de todo el rebaño. El pensar global y actuar local se está imponiendo lenta pero inexorablemente en todas partes. Hay tantas gotas que están cayendo sobre la piedra caliente que estoy convencido que lograremos enfriarla. El único resquicio de duda que me queda es si todavía tenemos el tiempo suficiente para lograrlo. Después de todo, la fecha del 2012 está a solo tres años de distancia…

Esa premura, ese pequeño resquicio de miedo que aun me queda me ha motivado, finalmente, a escribir este libro.

El mejor método para llevar al lector hacia el actuar y el optimismo es aclarando las opciones. Y, para aclarar las opciones tengo que comenzar, forzosamente, por un recorrido inverso: la descripción de los escenarios que nos amenazan.

Para continuar con este tema tienes dos opciones:

Una versión resumida del tema que consta de un video de 24 minutos y su transcripción.


Una versión donde se discuten detalladamente todos los escenarios.

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La primera parte del video, en el link de arriba está el enlace a la versión completa

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